viernes, 27 de marzo de 2020

LA CLAUSURA


           
 
 

         La clausura siempre se ha visto como algo extraño, algo contrario al mundo actual del stress, de las relaciones sociales y del consumismo. Hasta ahora la clausura iba asociada a esa vida que imaginábamos más allá de tornos, locutorios y rejas. Tornos por donde, como decía el profesor Morales Padrón, se escapan voces incorpóreas y prisioneras, y a través de los cuales llegan dulces mensajes reposteriles. Locutorios y rejas por la que se filtra la visión de salas en las que se adivinan obras de arte que sirven de fondo a figuras de monjiles dueñas de voces ya corporeizadas. Sensaciones que muchos jerezanos hemos experimentados cada vez que nos acercamos al misterio de un torno, viejo y chirriante, o silencioso y con brillo de barnices monjiles; todo ello tras pulsar un timbre o tirar de la cadena que hace sonar una campanilla, donde la hermana tornera nos abrirá esa ventana giratoria hacia ese mundo de la clausura y nos permitirá respirar ese aire que viene del interior y tanto nos subyuga.

            Esos espacios, fuera del bullicio y del apresuramiento de la vida urbana contemporánea, como pequeñas islas de paz y sosiego, son un remanso silencioso ante el ajetreo diario de las ciudades. La clausura no solo ha mantenido tesoros materiales también otros que ahora, por cuestiones de salud, se nos están haciendo presentes. Conventos de clausura como Santa María de Gracia, Clarisas de la calle Barja, las populares Reparadoras o las Mínimas junto a San Marcos son pulmones espirituales para éste Jerez donde, hasta hora, la clausura era algo de otro mundo.

            La clausura, a veces, nos depara sorpresas, otra forma de vida. El vivir en comunidad, el respeto a normas y reglas, una adecuada organización, momentos para el trabajo y el ocio, ratos íntimos y otros de vida en común. El confinamiento que estamos padeciendo para frenar la expansión del coronavirus nos ha hecho valorar la clausura. No nos queda más remedio que sacarle el lado positivo para hacer más llevadero éste periodo de reclusión. Son muchos los whassapp que llegan estos días hablándonos de lo que está aportando la obligada clausura: la importancia de dedicar más tiempo a disfrutar de la familia, de contactar con nuestros vecinos aunque solo sea una vez al día para aplaudir, la necesidad de ejercitar nuestro cuerpo y huir del  sedentarismo,  de acordarse de Dios y de los que velan por nosotros, de organizarse sin prisas y marcarnos objetivos nosotros mismos sin tener que depender de los demás, de ser disciplinados y anteponer el bien común por encima de intereses o gustos personales.

            Para las monjas de clausura nada de esto es nuevo, ellas saben bien de aislamiento, de libertad interior, de vivir el propio mundo de cada uno, de darle cabida a la creatividad, de la búsqueda de la alegría, de convivencia aceptando a los demás, de vivir y dejar vivir, de aprovechar el tiempo y canalizar nuestras energías, de reflexionar y plantearse nuevos retos, de exprimir todo lo que se pueda éste periodo para que haya sido un tiempo provechoso de cara al futuro, para que cuando todo pase, afrontar la vida con nuevos bríos e ilusiones, satisfecho por todo el jugo que le hemos sacado a éste tiempo de confinamiento.   La clausura ha conseguido crear un espacio de libertad para vivir serenamente, sin interferencias de todo lo que en el exterior contamina. Aprovechémosla.
 
             (Artículo que publiqué en la edición digital de INFORMACIÓN JEREZ el pasado lunes 23 de marzo de 2020)
 
Fotografía retrospectiva del compás de acceso a la clausura del convento de Santa María de Gracia de Jerez.
 

miércoles, 18 de marzo de 2020

DISCIPLINA SOCIAL




           Decía Abraham Lincoln que no se puede escapar de la responsabilidad del mañana evadiéndola hoy. Es lo que debe hacer toda la sociedad, ser responsable, ante las recomendaciones de la autoridad frente a la pandemia del coronavirus que nos azota. Ser responsable actuando con disciplina social tal como ha pedido el presidente del gobierno.

            La disciplina es la gran fuerza reguladora de la sociedad. Se define como el acatamiento cotidiano al conjunto de reglas para mantener el orden y la subordinación a las normas. La disciplina reúne múltiples valores. Significa entrega al logro de las metas propuestas, continuidad y exigencia. Como virtud, la disciplina es individual. Pero siempre tiene una proyección en lo colectivo. Es la adhesión a normas que garanticen el bien común. Y la disciplina social, en estos momentos, obliga a quedarse en casa para frenar la expansión de ese virus que tanto daño está ocasionando en el mundo. Y en ese reto, porque también son del pueblo y de la sociedad, se han sumado las cofradías. En pleno apogeo de actos cuaresmales la mayoría de las cofradías no han dudado en suspenderlo todo con el fin de preservar al pueblo del riesgo que supone el contacto humano, hubiese sido una contradicción convocar a cultos y otras actividades mientras que las autoridades sanitarias solicitan, como medida más eficaz, el no moverse de casa.

            Y es que las hermandades y cofradías han sido y siguen siendo, como sostiene el profesor Escalera Reyes, marcos para la expresión y el desarrollo de la sociabilidad y la interacción social generalizada. El antropólogo Isidoro Moreno, por su parte, remarca aún más esta idea afirmando que lo sustantivo de las hermandades y cofradías es, precisamente, ser una asociación, un contexto donde se da la sociabilidad, un reflejo de la sociedad. Esa condición social está unida a la propia esencia cofrade por lo que todo lo que afecte a la sociedad también le afecta a ellas y, como parte de las mismas, siempre han estado dispuestas a dar respuestas ante desafíos y contratiempos.

            Esa disciplina social le ha llevado a cumplir con cuantas recomendaciones han ido llegando para combatir la enfermedad, anteponiéndose incluso a los fines religiosos de las misma ya que son instituciones seguidoras del Evangelio de Cristo. El cristianismo es ante todo eso, la preocupación activa por el otro y de ello se deriva toda la ética, doctrina, liturgia, etc. cristianas. La fe es lo que debe llevar a pensar, sentir y actuar desde el lado de las víctimas, de los enfermos, de los que pueden verse afectados por el mal, porque esto es lo que vivió y enseñó Cristo.

            Y si en ese anteponer el bien de los demás hay que tomar medidas drásticas como suprimir algo tan arraigado en el sentimiento popular y a la religiosidad y cultura de nuestro pueblo como son las procesiones, así se ha hecho. No será la primera vez que en Jerez, como en otras ciudades, se celebra la Semana Santa sin procesiones. Todo sea por esa disciplina social que nos compromete a frenar, cuanto antes, los efectos de ese virus que ha venido para recordarnos que la salud es una prioridad. Evitar su propagación, ayudando a los que se sienten más frágiles, para todo cristiano y los cofrades lo son, es un mandato: " Cuando dejasteis de hacer con uno de estos (hambrientos, sedientos, enfermos...) también conmigo dejasteis de hacerlo”.
 
              (Artículo que publiqué en VIVA JEREZ el pasado lunes 16 de marzo de 2020)
 
Libro de Antonio de la Rosa donde se narra la Semana Santa de Jerez en los convulsos años de la II República.
En cuyo periodo histórico hubo varios años en los que dejaron de procesionar las cofradías jerezanas.
 

           

jueves, 13 de febrero de 2020

UN SOLAR CON HISTORIA




El Ayuntamiento jerezano acaba de dar luz verde a la construcción de pisos en el solar de la antigua sede del Obispado de Asidonia-Jerez en la calle Eguiluz.

Esta céntrica calle que une dos plazas emblemáticas y hermosas de la ciudad, como son  el Mamelón y la plaza Aladro, lleva desde 1852 el nombre de aquel alcalde, José de Eguiluz, que tanto luchó para la urbanización y embellecimiento de la ciudad. Cuentan que en abril de 1787 José de Eguiluz toma el cargo de Corregidor de Jerez y, desde comienzos de su mandato, deja clara su voluntad de que hubiese escuelas, caminos  y paseos, de acuerdo con el espíritu ilustrado de la época. Las primeras iniciativas en materia de urbanismo e higiene no se hicieron esperar; al año siguiente ya hay proyectos de limpieza y adecentamiento de los solares próximos al Alcázar y del camino de entrada a Jerez desde "los Puertos" y a ésta primera actuación le siguieron otras muchas de mejoras en aquel Jerez de finales del siglo XVIII y principios del XIX.

La calle estaba antes rotulada como la del Molino del Judío, por aquella leyenda que cuenta como en la esquina de la calle Zaragoza con la de Santa Rosa, en la zona conocida como las Atarazanas, existió una antigua posada, puede que hasta con su molino interior. De aquel mesón era dueño un judío, descendiente de aquellos otros que un día poblaron la cercana judería jerezana, el cual terminó sus días ajusticiado por la ley, acusado del asesinato del amante de su hija que apareció descuartizado en el fondo de un pozo.

La  antigua calle Molino del Judío fue en el siglo XVIII ennobleciéndose con grandes casonas y sus correspondientes bodegas. Con el paso de los años uno de esos palacetes, concretamente el que ostentaba el número 8, es adquirido por Francisco Ivison Ó´Neale, reputado químico que impulsó con éxito el desarrollo enológico del vino y el brandy de Jerez, quien en 1880 realizó el primer embarque de brandy embotellado en origen bajo la denominación 'La Marque Speciale'. Francisco Ivison instaló en aquella casa, en una de las salas, su gran laboratorio y en otra su valiosa colección de porcelana china. A su fallecimiento, hereda la casa Mariana Ivison y Sánchez-Romate, siendo ella quien lo vendiera en los años 60 del pasado siglo XX al arzobispado hispalense para sede de la vicaría del entonces obispo auxiliar de Sevilla y vicario de Jerez Monseñor José María Cirarda Lachiondo.

Aquel antiguo palacete, de noble fachada de piedra y suntuosa decoración interior, fue derribado  para levantar un funcional edificio, obra del arquitecto Fernando de la Cuadra, que sirvió como sede del Obispado de Asidonia-Jerez hasta su traslado en 2005 al palacio de Bertemati. En 2007 el edificio de Fernando de la Cuadra fue derribado para dejar un desolado solar  abandonado durante años.

Ahora será un nuevo edificio, acorde con los tiempos que vivimos. Un edificio que se anuncia como de 5 estrellas, con viviendas que responden a los más altos estándares de calidad y exclusividad. 27 pisos de obra nueva de 2, 3 y 4 dormitorios, garaje, trastero, piscina en la azotea, amplio patio de uso privado y un espacio extra para disfrute de sus inquilinos. Un lujo muy distinto al que tuvo aquel palacete que se edificó en un solar que ahora abre un nuevo capítulo de su historia. 
(Artículo que publiqué en VIVA JEREZ  el pasado lunes 10 de febrero de 2020)
 
 
Artículo sobre D. Francisco Yvison y O´Neale
 

 

 

martes, 31 de diciembre de 2019

FELICES AÑOS VEINTE


 
 
Se denominan años 1920 o años veinte a la década del siglo XX comprendida entre el 1 de enero de 1920 y el 31 de diciembre de 1929. Los denominados Felices Años Veinte o Años Locos se enmarcan en Estados Unidos y más concretamente entre 1922 y 1929 que dio lugar a un periodo de gran prosperidad en todo el país. De esta prosperidad se benefició toda la sociedad, haciendo que la economía siguiera creciendo a un ritmo que no se había visto anteriormente. No duró mucho este florecimiento, el 24 de octubre de 1929, conocido como el Jueves Negro, llegó el Crack del 29 que finalizaría con el acontecimiento de la Gran Depresión.

La causa de estos felices años para Estados Unidos fue el beneficio que le acarreó la Primera Guerra Mundial a consecuencia de los préstamos de guerra que había hecho a Europa, convirtiendo así al país norteamericano en la primera potencia de económica mundial. El crecimiento americano se prolongó durante toda la década, haciendo que la inversión creciera, el empleo aumentara y el mundo no sólo recuperara la tranquilidad sino que avanzaba hacia un bienestar incomparable. La reactivación iniciada en Estados Unidos en 1922 fue algo más tardía en Europa. Abrió las puertas a una etapa expansiva de la economía mundial que propició un clima de euforia y ciega confianza en el sistema capitalista.

En lo social y económico, España se caracteriza en estos años por el crecimiento tanto demográfico como de nivel adquisitivo. Las ciudades, principalmente Barcelona y Madrid, se convierten en grandes urbes a las que se dirige la masiva emigración campesina en busca del recién inaugurado sector industrial. Son precisamente estas clases proletarias las que impulsan la modernización del país, frente a los estamentos dominantes y la población rural. En lo cultural, los sucesivos cambios políticos y sociales propician una gran diversidad de estéticas. El gran número de escritores y artistas surgidos en los primeros años del siglo ha hecho que esta época se denomine La Edad de Plata de la cultura española.

A Jerez tampoco le fue mal. Dos ilustres jerezanos tuvieron un papel importante en el desarrollo de la ciudad. Por un lado Álvaro Dávila, marqués de Villamarta, nombrado alcalde en 1923 y por otro el general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, nacido en Jerez en 1870, designado por el rey Alfonso XIII para regir en aquellos años veinte los destinos de la nación. Durante los algo más de seis años que estuvo al frente del país favoreció grandemente a su ciudad natal, le concedió el derecho exclusivo de utilizar para sus vinos la denominación “Jerez”, apoyó el antiguo proyecto de ferrocarril de Jerez a Almargen, la construcción del teatro Villamarta, inaugurado en 1928 a iniciativa del marqués de Villamarta, impulsó la nueva estación de ferrocarril, cuya primera piedra se colocó el 30 de septiembre de 1929, el mismo día que se celebró la toma de posesión, por parte del Estado, del solar que serviría para edificar la nueva casa de Correos y Telégrafos. Además de todas estas iniciativas Primo de Rivera colaboró en distintas obras sociales que beneficiaron a muchos desfavorecidos.

Todo ello supuso que aquellos años veinte fueran también años de esplendor para Jerez. Ahora que iniciamos unos nuevos años veinte es de desear que todos los problemas actuales se solventen y podamos también pasar a la historia como Los felices veinte.     
       

                (Artículo que publiqué el pasado lunes 30 de diciembre de 2019 en VIVA JEREZ)


Miguel Primo de Rivera en una de sus visitas a Jerez.




martes, 12 de noviembre de 2019

GOBERNANTES DE ALTURA

 


Desde los años 80 se ha producido una paulatina turisficación de las ciudades y urbanización de la experiencia turística. En este marco, es necesario entender el boom del turismo urbano y de la propia ciudad como atractivo turístico. Jerez es fiel reflejo de ello, los nuevos hoteles que se vienen abriendo últimamente en el centro son muestra de la importancia que está tomando el turismo para la economía local. Entre las últimas apuestas está la que el Grupo Hotusa (Hoteles Turísticos Unidos S.A) ha anunciado, la compra del palacete donde nació Manuel Lora Tamayo, en el número 2 de la calle Naranjas y que hace esquina con Honda, para convertirlo en un hotel de lujo. Un inmueble de más de 1.000 metros cuadrados, que tiene una magnífica ubicación, con sótano y amplia azotea, en el que nació en 1904 el que fuera ministro de Educación y rector de la Universidad Complutense.

Manuel Lora Tamayo es una de las figuras jerezanas más destacada del mundo científico. Trabajó, en sus comienzos docentes, en el Instituto de Química Biológica de la Facultad de Medicina de Estrasburgo. En mayo de 1933 obtuvo la cátedra de Química Orgánica que desempeñó sucesivamente en Cádiz, Sevilla y Madrid. Tuvo responsabilidades en las principales instituciones españolas dedicadas a la investigación como la Junta de Energía Nuclear y la Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica de la que fue presidente. Destacado investigador en el campo de la Química Orgánica ocupó también el puesto de Vicerrector en las Universidades de Sevilla y de Madrid.  Fue catedrático de Ciencias Químicas en la Universidad Complutense, director del Centro Nacional de Química Orgánica, presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas entre los años 1962 y 1968, presidente del Instituto de España de 1972 a 1978, académico de Farmacia y académico de la de doctores y licenciados, así como presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1970 a 1985. Su brillante trayectoria le avaló como Ministro de Educación para acometer, desde dicho cargo, importantes leyes sobre educación primaria y secundaria, tales como la de la escolarización obligatoria hasta los 14 años, la unificación del bachillerato y la elevación del nivel académico del magisterio. También creó la estructura departamental de la universidad y el cargo de Profesor Agregado. Fue miembro de diversas instituciones científicas internacionales y doctor “Honoris Causa” por la Universidad Carlos III, poseyendo numerosas condecoraciones tanto españolas como extranjeras. En definitiva una eminencia que su ciudad natal supo reconocer colocando una placa en su casa natal, nombrándolo Hijo Predilecto y dando su nombre a un centro educativo.

El prestigio académico y la capacidad organizadora de Manuel Lora Tamayo fue lo que le abrió la puerta de un Ministerio. Estamos en unos momentos de cambios de Ministerios con grandes retos por delante que habrá que afrontarlos con altura y preparación. En estos días ha salido a la luz el escaso curriculum de muchos de los candidatos que han concurrido a las elecciones. Es hora ya de que nos gobiernen los mejores, por su alto nivel de preparación académica para el área que van a dirigir y por su eficaz capacidad de gestión para sacar adelante al país. Como en los gobiernos de Platón se necesitan que junto a los políticos estén los sabios: “En un barco debería decidir los que conocieran el camino junto con los que conozcan métodos de navegación”.
(Artículo que publiqué en VIVA JEREZ el pasado lunes 11 de noviembre de 2019)
 
 
Manuel Lora Tamayo junto al Premio Nobel de Fisiología y Medicina Severo Ochoa
 

     

 

jueves, 24 de octubre de 2019

CATALANES EN JEREZ




Debido al ambiente tan complicado que se vive  en Cataluña y más concretamente en la capital barcelonesa muchos catalanes han optado por quitarse de en medio y buscar, al igual que vienen haciendo muchas de las empresas que allí se establecieron, otros lugares donde poder vivir tranquilos sin la presión independentista y menos aún sin la violencia que lamentablemente hemos visto estos días.

Entre Jerez y Cataluña ha existido desde siempre una relación fraternal, muchos jerezanos marcharon allí para buscarse el pan y la estabilidad, los mismos que tras finalizar su vida laboral volvieron a su tierra jerezana dejando un trocito de su corazón en aquella región del norte de España. El apellido Catalán aparece en Jerez desde la reconquista y el nombre de Catalanes figura en el callejero jerezano desde 1752, concretamente en la pequeña callejuela que, junto al edificio de la ONCE, tiene su entrada por la popular calle Porvera.

            Algunos jerezanos ilustres vivieron sus últimos días en Barcelona como el aviador Juan Manuel Durán González, tripulante del Plus Ultra, hidroavión que realizó el primer vuelo trasatlántico de la historia; o el almirante Rafael Fernández de Bobadilla y Ragel, pionero de la navegación submarina en España. Catalán de nacimiento era  Adolfo Rodríguez de Rivero recordado archivero, bibliotecario e historiador jerezano. Jerezano fue Fray Domingo Canubio que siendo obispo de Segorbe (Valencia) fue propuesto para arzobispo de Barcelona, cargo que, por su sencillez y humildad, no aceptó. Siendo capitán general de Cataluña nuestro paisano Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, ante la dramática situación política y social en la que estaba sumida la nación española fue llamado por el Rey Alfonso XIII para, tras consultar a su gabinete, encargarle la formación de un gobierno que pusiera orden y estabilidad, nombramiento que contó en un principio con la aprobación de las Cortes Generales y de la inmensa mayoría de la población. Son algunos ejemplos de esa histórica relación de Jerez con Cataluña, una relación que también encontró caldo de cultivo en el negocio del vino.

            Joaquín Luna en un artículo publicado hace un par de años en La Vanguardia de Barcelona titulado Un catalán en Jerez y después de contar algunas experiencias vividas aquí llegaba a la siguiente conclusión : “He estado 72 horas en Jerez de la Frontera. ¡Qué gente! ¡Qué cosas ve uno! ¡Qué manera de vivir! Yo les cuento el panorama y juzgan. La gente de Jerez de la Frontera no es rara, es rarísima. Llega la feria y se visten de señoritos, pero no de señoritos de Sevilla con sus casetas infranqueables. No, aquí son hospitalarios y te dejan entrar libremente, digo yo que para dar envidia. –Catalán, baila una sevillana...Y encima, eso. Primero los jerezanos –y las jerezanas– hacen lo que les da la gana, le sueltan un euro al pobre en lugar de un discurso sobre la regeneración moral, disfrutan de las terrazas sin temor a ordenanzas municipales que enorgullecerían a don Miguel Primo de Rivera y terminan contando a la hora de bailar. Que si el paso dos, que si el paso tres...Jerez nunca será Copenhague”. Afortunadamente, porque Jerez siempre será Jerez con su forma de vivir y con sus virtudes y sus rarezas, porque  los de aquí seguimos orgullosos de ser como somos, un rincón singular de España, la gran nación que nos une a todos los españoles, también, por tanto, a los catalanes.
 
                (Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo  20 de octubre de 2019 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
 
La angosta calle Catalanes en una fotografía del ayer.
 

 

miércoles, 9 de octubre de 2019

JEREZ EN EL XIX

 


La semana pasada hablábamos en esta misma columna semanal sobre el rodaje en Jerez de la película El verano que vivimos. El pasado miércoles, 18 de septiembre, comenzó una nueva grabación teniendo como marco espacios jerezanos, se trata de la serie La Templanza, basada en la novela de María Dueñas. Unas labores que están programadas para siete semanas en distintos puntos del Casco Histórico de la ciudad. La Templanza transcurre en Jerez en el año 1850, asociada al Jerez bodeguero del siglo XIX. La acción se desarrolla desde la joven república mexicana a la espléndida Habana colonial, desde las Antillas al Jerez de la segunda mitad del siglo XIX, cuando el comercio de sus vinos con Inglaterra convirtió la ciudad en un enclave cosmopolita y legendario.

El siglo XIX supone una página riquísima para la historia jerezana. Jerez finaliza el siglo XIX con más de 60.000 habitantes. Su fisonomía urbana  sufrió grandes cambios de la mano del extraordinario aumento de las construcciones bodegueras que fueron ocupando todos los espacios libres en torno a los viejos barrios. También con el crecimiento de la población, gracias al despegue económico y urbanístico que la ciudad vive a lo largo del siglo XIX, surgen nuevas necesidades de espacios abiertos y de recreo, nuevos paseos y plazas arboladas creándose algunos de los parques públicos que hoy disfrutamos. A medida que Jerez crece, las clases más acomodadas optan, en muchos casos, por instalar sus viviendas en las cercanías de la ciudad, construyendo villas, haciendas y recreos en las zonas del extrarradio y otras cercanas a las bodegas de su propiedad. En el plano de la cultura es de destacar el Colegio de Humanidades de San Juan Bautista que será establecido en 1838 y que pasará a Instituto Local en 1842 y a Provincial en 1851. Pero también cuentan en este aspecto la inauguración de la Biblioteca Municipal, la primera de Andalucía, el 23 de abril de 1873; el funcionamiento ya en 1878 de una Academia Médico-Quirúrgica y de otras de Música y Bellas Artes, así como de una Sociedad de Ciencias, Artes y Letras, precedente de la Real Academia de San Dionisio de nuestros días; y ya en 1897, como remate cultural del siglo XIX, la fundación del Ateneo Jerezano.

La industria vinícola jerezana siguió incrementándose proyectándose la primea línea férrea en la España peninsular para dar salida comercial al famoso Sherry hacia Inglaterra y América, que eclosionaría con la instalación de la línea de ferrocarril que va desde El Portal hasta El Puerto de Santa María y el Trocadero en época de Isabel II (1854). También en las postrimerías del siglo la terrible filoxera, una plaga de insectos, devastará en 1896 los campos de la comarca.

El XIX fue un siglo muy importante en lo que a jerezanos ilustres se refiere. Hombres de bien que engrandecieron Jerez desde la política, las ciencias, las artes, las letras, la cultura o la religión con verdadero prestigio y entrega.

El conocimiento de la historia nos sirve de lección para valorar lo positivo e intentar no caer en los mismos errores del pasado. Y el siglo XIX, con sus luces y sus sombras, fue muy relevante para Jerez y su historia, aportando mucho de lo bueno que hoy disfrutamos en esta hermosa ciudad. La película será una buena oportunidad para situarnos en ese periodo tan significativo de nuestra historia.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 6 de octubre de 2019 y al día siguiente en VIVA JEREZ)
 
Estampa decimonónica captada en el palacio de Garvey, situado en la jerezana plaza de Rafael Rivero.