domingo, 13 de febrero de 2011

LOS RÍOS NO SON CEMENTERIOS

    
      Hace trescientos años, concretamente en 1709, el ciudadano Juan García, conocido por "Juan el de las brevas" o "Juan Breva", es ahorcado por haber dado muerte a su mujer con esta fruta envenenada. Para conducirlo al suplicio lo introducen en un serón y lo atan a la cola de un caballo. Después de ahorcado lo meten en un barril, en el cual es transportado al río Guadalete y arrojado a él. Allí lo recogería la Hermandad de la Santa Caridad, radicada en varias poblaciones de la provincia de Cádiz´y que en Jerez tenía un hospital concretamente en el edificio de la calle Consistorio donde hoy se encuentra el Ayuntamiento.
    
     La historia de los ríos, desgraciadamente, han ido unida a acontecimiento lúgubres y oscuros, relacionados con crímenes y desapariciones, sus orillas se han convertido en escenarios de desagradables donde la muerte es protagonista.En estos días todas las miradas están puestas en el Guadalquivir, ese rio amplio y hermoso, que nace cerca de Cazorla y vine a morir junto a Doñana y las playas de Sanlucar. El Guadalquivir recibió el cuerpo de Marta, la joven sevillana víctima de la sinrazón humana, de crueldad de unos jóvenes, fruto de unas mentes carente de valores y sin respeto alguno por la vida humana.
   
       El Guadalquivir recibió a Marta a su paso por Sevilla y la sociedad civilizada espera aún poderla encontrar. Marta no es del rio, por mucho que unos desaprensivos y cobardes la hayan arrojado a las aguas como el que tira una colilla apagada. Marta somos todos y por eso no podemos dejar que una parte de nostros, de esta sociedad que lucha día a día por la vida, por la libertad y por el respeto mutuo se unda en las oscuridades del fango de la impotencia. Marta tiene que aparecer, ojalá como el Conde de Montecristo salvado por el destino, después de haberlo dado por muerto y arrojado a las profundidades, pero eso es difícil porque las investigaciones policiales, desgraciadamente, apuntan en otro sentido.
     
      El Guadalquivir como nuestro Guadalete, no son fosas comunes, no son escenarios para luchas ni batallas, ya lo de la Batalla del Guadalete es tan antiguo que casi se no olvida en el tiempo por mucho que supusiera el comienzo de la invasión musulmana en España. Ni el Guadalquivir con sus 657 Km. de longitud y su superficie de 58.003 Km cuadrados, con todo su caudalosa desembocadura, ni el Guadalete con sus 3.430 Km. cuadrados de cuenca tienen capacidad para acoger la grandeza de un ser humano.
      
      Los ríos no son cenmenterios, el cementerio, en todo caso, es el mar, ya lo dijo el poeta "nuestras vidas son los ríos que van a parar a la mar que es el morir". Y porque nuestra vida son los ríos, el Guadalquivir, el mítico Betis, el mayor de los ríos atlánticos de la península Ibérica, el gran río enteramente español, tiene que devolver al mundo lo que no le pertenece.
     
      El Guadalquivir  divaga desde Sevilla a Sanlucar por una amplia llanura fluvial , mal definida, a menudo pantanosa, y describe en ella grandes y movedizos meandros, desembocando en Sanlucar, tras salvar la difícil barra de Bonanza. Es la misma travesía que realizan tantos turistas desde Sevilla, la misma travesía que puede haber realizado Marta del Castillo, la misma travesía que vienen rastreando las fuerzas de seguridad del Estado, la misma travesía que viene haciendo este rio desde tiempo inmemorial no para servir de cementerio sino para llenar de naturaleza viva sus orillas, no para un valle de lágrimas sino para llenar de vida su propio valle, el valle del Guadalquivir. Por eso Marta no es del río y Marta es de todos y tenemos que encontarla.
     
        (Artículo publicado en Información Jerez el 27 de febrero de 2009. Dos años después de aquel lamentable suceso, con motivo de celebrarse el juicio contra los presuntos asesinos, la policía ha vuelto a iniciar las labores de búsqueda del cuerpo de Marta del Castillo)

Perspectiva histórica del río Guadalete en su desembocadura junto a la playa de la Puntilla en El Puerto de Santa María


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