miércoles, 27 de abril de 2011

GUARDANDO MI TÚNICA


Hace unos días tuve la oportunidad de leer una entrevista a Luis León, Luis León es aquel que lleva en su tarjeta de visita: capataz jubilado de la Macarena, porque para él es más importante haber sido capataz de la Macarena que su propia profesión; Luis León es aquel que se considera católico, apostólico e hispalense porque lo único que tiene de romano es su admiración por los armaos de la Señora de San Gil; Luis León es aquel cofrade sevillano que se le llena la boca de agua bendita cuando habla de su experiencia en el llamador de la Reina de la gracia y de la pena; Luis León es un macareno que sabe que mandar en la Macarena es mucho mandar en Sevilla, incluso más que en la presidencia del Consejo de Cofradía.
Pues bien, en la mencionada entrevista Luis León afirmaba que él llevaba toda la vida intentando alcanzar la gloria, pero si cuando le llegara su hora y pudiese entrar en el cielo no ve allí a la Macarena se pira hasta poder encontrarla, porque para él un cielo sin la Macarena no es la gloria.
Para muchos, cofrades, como le ocurre a Luis León y dice la canción, para estar en el cielo no hace falta morir, porque el sentimiento cofrade es capaz de alcanzar momentos inexplicables que sólo lo conoce el que lo siente. La Semana Santa funciona gracias a la fe y los momentos de gloria, en esos dos factores recae todo un trabajo y un servicio a unas instituciones de siglos que hace que no sólo se incrementen el número de hermandades sino también el engrandecimiento de las existentes.
La Semana Santa ya ha pasado y ahora toca guardar la túnica pero no los sentimientos, los sentimientos serán el estímulo para todo el año, nos harán recordar lo vivido y soñar con lo que nos encontraremos el próximo año.
Ahora que guardo mi túnica, me viene a la mente los recuerdos de un Viernes Santo histórico para mi hermandad, breve pero intenso, íntimo pero a su vez compartido, inquieto y gozoso, nazareno cien por cien; y me acuerdo de los nazarenos de Jerez, nazarenos de siglos que han construido una Semana Santa incomparable, nazarenos anónimos que siguen siendo cada año la estampa viva de la religiosidad de un pueblo que no entiende del confort y el bienestar al revestirse de penitente itinerante, nazareno que aguanta distancias kilométricas, empujones de bullas de los que buscan lugar de privilegio ante los pasos, zarandeo de los que le exigen cera o estampitas, faltas de respeto en Madrugadas Santas, la ignorancia de los que llenan palcos y prestan más atención a sus conversaciones que a quienes dan sentido a esos asientos, imágenes de admirables cortejos nazarenos que son sustituidas por detalles intranscendentes, nazarenos chorreando mientras se mira un terciopelo o se escuchan gritos discordantes; protagonismo de un nazareno llorando cuando unos momentos antes había cientos felices que no salen en la foto, nazarenos jerezanos que aguantan lo que le echen, más horas, más parones, más Carrera oficial, más exigencias, más tiempo de paso, más cambios de sede, suciedad, vendavales y chaparrones, pero siguen año tras año en su sitio, en el sitio que le ha dado la historia, su fe y las de sus mayores.
Hoy cuando guardo mi túnica, con la esperanza de que ya quedan dos semanas menos para el Domingo de Ramos, quiero dedicar este Jerez intramuros a ese intramuro cofrade que supone el hábito nazareno, ese muro que esconde tantas cosas, ese muro inquebrantable porque pertenece a la intimidad de cada cofrade, ese muro de las lamentaciones que revive cada primavera, ese muro que por muchos avatares que nos traigan jamás caerá porque es tan fuerte como la fe de los que lo portan.
El hábito no hace al monje pero sí al cofrade porque el hábito nazareno imprime carácter y acabamos de ser testigos de ello.
Yo, como Luis León, y como tantos cofrades tampoco necesito morir para vivir la gloria, porque la gloria la vivo cada vez que me encajo el antifaz y voy para la calle.
(Artículo publicado en Información Jerez el 22 de abril de 2006)


Simetría, fotografía de otros tiempos del genial Eduardo Pereiras


Cera y sombras en el suelo jerezano. Obra del mismo autor que fue Premio de honor a la mejor colección en Cádiz.





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