miércoles, 18 de mayo de 2011

LENGUAS DE VECINDONAS


En la costa del sol portuguesa cerca de Estoril y Cascais. en plena sierra de su nombre y en el centro de una frondosa vegetación, se encuentra el encantador municipio de Sintra, surgido como de un sueño de un cuento de hadas, rodeado de espléndidos palacios y dotado de un clima suave y delicioso. En Sintra se firmó en 1509 un convenio entre Portugal y Castilla sobre el reparto del ultramar. La ciudad fue residencia veraniega de la familia real portuguesa hasta la proclamación de la República en 1910, conservando, en perfecto orden, su grandioso Palacio Nacional donde los reyes portugueses se retiraban, largas temporadas, para descansar y disfrutar de tan idílico paraje.
Cuenta la historia que en las dependencias palaciegas no sólo se despachaban asuntos de estado, sino que también eran lugar de ciertos deslices de algún que otro monarca, lo que provocaba que el personal de palacio estuviera siempre de chismorreos sobre amoríos reales, hasta que un rey cansado de tantas lenguas de vecindonas mandó decorar el techo de una de las principales estancias con tantas cacatúas como personal se ocupaba del servicio palaciego. Aún se puede comprobar en Sintra ese techo que el dueño de la casa quiso dedicar a su particular gabinete de la prensa rosa y que sirvió para acabar con tantos chimes morbosos.
En nuestro país, cada vez se prodigan más las lenguas de vecindonas, en el ámbito nacional cualquier hecho significativo de algún personaje famoso trae como consecuencia programas y programas llenos de comentarios que, la mayoría de los casos, atentan contra el más mínimo derecho a la intimidad humana, y en el ámbito local ocurre algo parecido cuando se trata de analizar cualquier evento que se celebre, lo sufrimos cada vez que acaba una Feria o una Semana Santa, se emiten juicios sin conocimientos de causa, sin criterios algunos y, lo que es peor, sin pararse a pensar que esas afirmaciones pueden dañar muchísimo a personas o instituciones, y todo se recrudece, aún más, cuando existen medios de comunicación que toman esas lenguas de vecindonas como noticias de la calle, sin consultar antes a los perjudicados por esos comentarios y sin el más mínimo rigor periodístico. Cuando pasa la Semana Santa todo el mundo se encuentra con derecho a opinar sobre asuntos ajenos, creando bulos absurdos y sin base alguna, por el mero hecho de comentar lo que otros han comentado y lo mismo ocurre con nuestra Feria, hay quien asegurara que este año está mucho mejor cuando es la primera vez que la visita, quien dice que está bien o mal organizada depende de las siglas políticas con las que simpatice sin acordarse ni la caseta que pisó. Ahora habría que pedir, por lo menos, que cumplamos con aquello que dice el refrán de "que cada uno cuente la Feria como le va', porque por lo menos hablaremos con propiedad.
Detrás de cada evento hay cientos de personas que han trabajado muchísimo para que todo salga lo mejor posible, por ello no es de recibo comentarios dañinos de quienes, sin implicarse, dan larga a esas lenguas de vecindonas que tanto interés despiertan ahora.
El dar rienda suelta al morbo viene dañando mucho a las cofradías y a la imagen de nuestra Feria, parece que interesa más el enfrentamiento entre cofrades o el número de reyertas en la Feria, que la grandeza de nuestras grandes fiestas y sus valores positivos.
En lo popular, los bulos, las críticas infundadas y los sambenitos son propios de ambientes incultos y pueblerinos; la cultura en general y el respeto es el más eficaz antídoto para todo esto y la mejor medida para ser ciudadanos de primera.
Es hora de que desterremos ese Jerez de los bulos y del morbo, porque el ser doscientos mil jerezanos debe de servir más que para poner carteles por la calle Larga, para tomar conciencia de que ya no nos va el vecindeo chismoso, aunque es preferible esos carteles de los doscientos mil que las lenguas de vecindonas se nos pongan, también aquí, de moda y ver la calle Larga pintada de cacatúas.
(Artículo publicado en Información Jerez el 20 de mayo de 2006)


Escena familiar en el campamento de la antigua Feria de ganado de Jerez (Foto E. Pereiras). Arriba la sala de las cacatúas del Palacio Nacional de Sintra.






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