miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL VINO UN LEGADO DE ARTE


           Últimos estudios sobre el vino de Jerez señalan que no son los tiempos actuales demasiado buenos para nuestros afamados caldos, que, sin embargo, esa bajada en ventas es compensada con el consumo de calidad, lo que hace prestigiar el producto aún a costa de sus bajos beneficios para la industria vinatera. Y todo ello en unos momentos en los que desde altas instituciones se ponen en entredicho las bondades del vino, comparándolo con otras bebidas alcohólicas, mucho más peligrosas en exceso.
               El vino de Jerez, afortunadamente, no es apto para botellones ni zarandeos discotequeros. El vino de Jerez, como obra de arte, nace para ser saboreado en su momento y en su lugar, con el arte que ha sido criado y con el arte que nos ha legado a través de siglos. Un arte que no sólo ha quedado guardado en esos museos íntimos de tantas bodegas que siguen siendo paritorios de tan rico tesoro, sino también en la propia configuración urbana de ciudad.

             Jerez tiene un singular trazado urbano que, en parte, se le debe a la importancia de su industria bodeguera. La proliferación de bodegas en el siglo XIX hizo que Jerez cuente, en la actualidad, aunque desgraciadamente muchas han desaparecido por la explotación inmobiliaria, de un importante elenco de construcciones, que a modo de catedrales, nos muestran el legado de un producto de la tierra, hecho patrimonio monumental.

               De tan rica historia industrial nos quedan ejemplos emblemáticos de bodegas como la de Baco, en calle Medina, con su rica ornamentación de fachada; Bertemati, en Diego Fernández de Herrera, con su jardín de rosas, su preciosa reja, su patio central de naranjos, sus bóvedas de aristas y solemne sacristía; El Cuadro, antigua de Pemartín, formando manzana con entrada, también por Diego Fernández Herrera, con recuerdos de excelente Amontillado y magnífica colección de coches de caballos; El Sindicato, en calle Lealas, con su rico artesonado; A. R. Ruiz, en calle Lechugas, con su imponente fachada neoclásica; Fuentes Parrilla, cerca de Madre de Dios, con su patio de soportales y sus fachadas entre portadas de medio punto; Harveys, en calle Arcos, con su alambique regionalista mandado a construir por el marqués de Misa. Sin olvidar los imponentes complejos bodegueros de Domecq y González Byass, orgullo de la ciudad.

             Hoy el legado artístico bodeguero sobrevive a duras penas, la política de conservación del patrimonio ha permitido que podamos seguir disfrutando de la bella arquitectura del vino como el Callejón de los Bolos o, en calle Ponce, lo que será el próximo Museo de la ciudad, sobre la vieja bodega de Valdespino. Otros cascos bodegueros son hoy centros comerciales o nuevas viviendas, en los que se mezclan viejos esplendores vinateros con modernas instalaciones para la venta o cómodos pisos.

               Pero, por encima de tantas transformaciones, queda el embrujo de sus bodegas, heredero de una nobleza imperecedera y el empaque señorial del producto que crió. Como diría Pemán: "En las amplias naves catedralicias de las bodegas los caldos duermen un sueño de años en el oscuro reposo de las grandes botas o bocoyes, fermentando y produciendo el agridulce olor que embriaga. Allí os convenceréis de que el auténtico Jerez -vino de aristócratas y de enfermos- es todo lo contrario de un producto bullanguero, popular y juerguista. Es un vino señorial, graduado y serio".

                El legado histórico que el vino ha regalado a Jerez está a la altura de su propia categoría, esa categoría que le hace, como a cualquier ser vivo, no ser peligroso cuando no se abusa de él, a ser generoso cuando se miman sus cualidades y a dar felicidad cuando se le trata con el respeto que me-recen las cosas exquisitas.

            Todo lo que nos ha dejado la industria bodeguera, es un bien que necesita que cuidemos y valoremos. El vino por sus cualidades como bebida de lujo y sus catedrales porque son un legado de arte e historia que aún estamos a tiempo de salvar.

          (Artículo publicado en Información Jerez el 10 de febrero de 2007. Ayer con la ceremonia de la pisa de la uva en la catedral y el nacimiento del nuevo mosto dieron comienzo, en una nueva edición, las Fiestas de la Vendimia de Jerez)
Pisadores de uva, una tradición ancestral del oficio bodeguero jerezano.

Portada del Sagrado Corazón de las bodegas Domecq, artísticamente engalanada para la visita regia.

Bodega "La Constancia" de González Byass, óleo sobre lienzo perteneciente al siglo XIX, obra del pintor García y Díaz.

En la foto de encabezamiento una preciosa postal, llena del sabor de esta tierra, de la desparecida bodega Valdespino, ubicada en la calle Ponce.



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