domingo, 19 de abril de 2015

RECORDANDO AL PADRE COLOMA




Se cumple en este año de 2015 el centenario del fallecimiento del ilustre jerezano Luis Coloma Roldán (Jerez de la Frontera, 9 de enero de 1851 - Madrid, 10 de junio de 1915), escritor, periodista y jesuita español. En su faceta de autor de literatura infantil y juvenil creó el famoso personaje del Ratoncito Pérez.

Este jesuita y escritor jerezano, más conocido como el Padre Coloma, forma parte del elenco literario que conforma lo que la crítica ha tenido a bien denominar, ahora que la figura de Cervantes está tan de actualidad, la generación sucesora de la novela cervantina. Coloma cosechó un insólito éxito con sus cuentos, novelas y relatos en las que supo plasmar su vocación religiosa. Así, su obra se caracteriza por una peculiar mezcla de religiosidad y de profundo conocimiento de la vida y sus costumbres, siempre escrita con un matiz moralizador. En sus relatos cortos de carácter fantástico, como sucede con el resto de su producción literaria, Coloma pone de manifiesto su habilidad como narrador, pues aunque parte de la idea de que la literatura no es un fin en sí misma, sino un medio útil y eficaz de adoctrinar, el escritor es consciente de la importancia del componente literario, esforzándose en utilizar los recursos idóneos para que el lector acepte que el mundo puede romperse ante la presencia de lo sobrenatural.

Cuentan sus biógrafos que fue hijo de un célebre médico, Ramón Coloma Garcés, y de Concepción Roldán. A los doce años entró en la Escuela Naval preparatoria de San Fernando, pero lo dejó para licenciarse en Derecho en la Universidad de Sevilla coincidiendo con la trascendental revolución de 1868. De esta época data su amistad con Fernán Caballero. Luego se trasladó a Madrid, donde trabaja como pasante en el bufete del abogado Hilario Pina. Empezó a frecuentar tertulias elegantes y a colaborar en distintos periódicos defendiendo la Restauración de los Borbones. Una grave herida en el pecho en 1872, cuando limpiaba un revólver, afianzó su decisión de dedicarse al sacerdocio en la Compañía de Jesús y marchó a Francia para hacer allí el noviciado, ordenándose en 1874. De vuelta a España se le destinó a tareas educativas en centros de Sevilla, Galicia, Murcia y Madrid. No por ello abandonó el periodismo y se consagró por entero a la literatura. Pasó del costumbrismo y los relatos cortos de sus Lecturas recreativas a la sátira social de la novela Pequeñeces, que se considera su obra maestra.

A su fallecimiento nuestra ciudad dio el nombre de Padre Luis Coloma al entonces único Instituto de Enseñanzas Medias que había en Jerez y le levantó un busto que primero estuvo ubicado en la plaza del Progreso y hoy podemos contemplar, algo escondido, en la plaza del Arroyo; también se rotuló con su nombre la antigua plaza del Clavo, al parecer donde naciera. Madrid, por su parte, tiene dedicada una placa y un museo en pleno centro, concretamente en la calle Arenal, al popular personaje del Ratón Pérez.

Desde esta columna semanal vuelvo a reivindicar la figura de este insigne literato jerezano y,  al cumplirse el siglo de su muerte, quizás sea el momento de reubicar definitivamente su busto en la coqueta plaza del Clavo, junto a una placa que recuerde su trayectoria como figura de las letras, algo que nos ayude también a promover la lectura de esos relatos del Padre Coloma tan valiosos como olvidados.
            (Artículo que publiqué el pasado domingo 12 de abril de 2015 en INFORMACIÓN JEREZ y al día siguiente en VIVA JEREZ)

Cartel de la exposición organizada en la biblioteca municipal jerezana con motivo del centenario del fallecimiento del Padre Coloma.

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