sábado, 25 de junio de 2016

VILLAPANÉS




El 23 de agosto del año 1700 el rey Carlos II otorgaba el título nobiliario de marqués de Villapanés a favor de Juan Lorenzo Panés y Condan, un cargador de Indias de origen genovés, nacido en Cádiz en 1671 que contrajo matrimonio con la sevillana Micaela María Viganego y Alemán. Su hijo Tomás heredó el marquesado de Villapanés y casó con Petronila Pavón de Fuentes y Verdugo, hija de los marqueses de Casa Pavón.  Este matrimonio se estableció en Jerez donde nace Miguel Andrés Panés y Pavón, III marqués de Villapanés. Petronila Pavón quedó pronto viuda y es ella quien inicia la construcción del palacio de la calle Empedrada ampliado después hacia la Cruz Vieja. Su hijo Miguel Andrés Panés y Pavón, casó tres veces y sólo de su segunda mujer Ana González de Quijano y Vizarrón tuvo descendencia. Miguel María Panés y González de Quijano, IV marqués de Villapanés, nacido en Jerez n 1751, siendo muy conocido por ser un hombre con ideología y obras propias de la corriente de la Ilustración.

Miguel María Panés no solo se encargó de finalizar su suntuoso palacio, en el que los ricos mármoles se mezclaban con los artísticos frescos de techos y paredes, las barrocas yeserías con trabajados artesonados, los valiosos cuadros con admirable mobiliario y los elegantes carruajes con los exquisitos olores a vinos de sus propias bodegas, sino que lo llenó todo de ambiente culto y selecto, principalmente, por esa impresionante biblioteca de más de once mil volúmenes que llenaban estantes de caoba adornados con pilastras jónicas y que abría todos los días al público. En su época el palacio de Villapanés era un foco indiscutible del pensamiento ilustrado, prueba de ello era su presidencia de la Sociedad Económica de Amigo del País, aquellas asociaciones surgidas en la segunda mitad del siglo XVIII cuya finalidad era difundir las nuevas ideas y conocimientos científicos y técnicos de la Ilustración.

A la muerte del marqués de Villapanés en 1828 todo el esplendor se apagó, el palacio quedó deshabitado y su esplendida biblioteca se la tragó el Mediterráneo al naufragar el barco que la transportaba por sus herederos a Génova. Llegaron los años de decadencia, de pasar de palacio a casa de vecinos o a casa cuartel de la Guardia Civil, de discutibles restauraciones en una parte de la misma y de desolación y destrucción en la zona de la calle Empedrada. Volvió la actividad cultural de la mano de la Universidad San Pablo-CEU al espacio restaurado mientras el olvido seguía haciendo estragos en las dependencias más nobles del palacio. Ahora, tras un tiempo sin actividad, el Ayuntamiento anuncia que Villapanés acogerá la sede de Fundarte, la nueva fundación que gestionará el Teatro Villamarta, además de poder llevar a cabo en sus instalaciones todo lo que son cursos de formación, exposiciones, presentaciones de libros, e incluso estará disponible para los particulares que quieran alquilar salas. Una interesante iniciativa que volverá a darle al palacio de Villapanés esa función cultural que tanto quiso para él el último marqués que lo habitó, aunque siga siendo una contradicción que mientras en un lado se potencie la educación y la cultura justamente detrás, en la otra parte del palacio, la historia y el arte se den la mano con el más lamentable de los abandonos.
 
(Artículo que publiqué el pasado domingo 19 de junio de 2016 en INFORMACIÓN JEREZ y al día siguiente en VIVA JEREZ)
 
 
El palacio de Villapanés en los años que pasó a ser casa de vecinos.
 
     

 

jueves, 16 de junio de 2016

CUANDO UNA BODEGA SE VA




En enero de 2007 la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía inició el trámite para incluir a 23 cascos de bodegas (unos 90.000 metros cuadrados) de la localidad gaditana de El Puerto de Santa María en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con la intención de blindar estos edificios de la voracidad inmobiliaria. Se trataba de antiguos cascos bodegueros situados en el centro urbano, en la mayoría de los casos sin uso vinícola, sobre los que los propietarios habían recibido ofertas de empresas constructoras para ejecutar derribos, negociar con el Ayuntamiento la recalificación de terrenos y construir viviendas.

"No sólo queremos proteger las bodegas, sino también su entorno urbano, en los casos en que quede reconocido el valor patrimonial y arquitectónico", afirmó la entonces delegada de Cultura, Dolores Caballero.

Esta semana hemos sido testigos del último episodio de derribos bodegueros en nuestra ciudad. La centenaria "bodega Cream Sack", que perteneciera a la firma Williams & Humbert, ubicada en la calle Paúl, es ya historia. Sus muros, sus altos pilares, sus arcos de medio punto y toda su majestuosidad de antigua catedral del vino ha ido desapareciendo entre golpes de grúa y una polvareda que envolvía toda esta destrucción de un edificio que, como tantos otros, formaron parte de la identidad de una ciudad que se nos marcha sin poder hacer nada para evitarlo. Un casco bodeguero enmarcado entre la sede del Consejo Regulador y la Sala Paúl, otro conjunto arquitectónico que corrió mejor suerte y hoy permanece restaurado para usos municipales. Un entorno urbano que aquí en Jerez no ha tenido la misma suerte que en nuestra vecina ciudad de El Puerto de Santa María donde unos ciudadanos se movilizaron para parar lo que ellos consideraban que era intocable porque formaba parte del alma de la propia ciudad.

El otro día cuando veía caer, desde las alturas, aquellos arcos sobre las piedras destrozadas de los pilares que los habían sostenido, mientras la piqueta demoledora seguía destruyendo más de siglo y medio de parte de la historia de Jerez, me acordé de tantas piedras caídas en los últimos años por el propio suicidio de la ciudad, innumerables cascos bodegueros, claustros conventuales, suntuosos palacios, históricos templos, patrimonio monumental que sucumbió al ataque de la modernidad mal entendida y a unos nuevos tiempos que se llevaron para adelante parte de nuestro riqueza patrimonial y que, con este último derribo, aún parece que no tiene fin.

Cuando, en esta capital mundial del vino, una bodega centenaria se nos va se nos marcha parte de nuestra propia historia y queda un espacio vacío que no se puede volver a llenar. Solo queda, como en la canción de Alberto Cortez,  un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río.

 Cuando una bodega se va una estrella se ha perdido la que ilumina el lugar donde hay un mosto dormido. Cuando una bodega se va se detienen los caminos y se empieza a revelar el duende manso del vino. Cuando una bodega se va queda un terreno baldío que quiere el tiempo llenar con las piedras del hastío. Cuando una bodega se va se queda un árbol caído que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido. Cuando una bodega se nos va algo nuestro se nos ha ido.
             (Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 12 de junio de 2016)


Vista aérea de la avenida Álcalde Álvaro Domecq. En parte inferior derecha la calle Paúl y todo el conjunto bodeguero que ha ido desapareciendo en los últimos años,

sábado, 11 de junio de 2016

LOS ULTIMOS DE FILIPINAS


 


          El asedio de Baler (30 de junio de 1898 - 2 de junio de 1899) es la defensa  de la última posición española en Las Filipinas. Durante casi un año,  54 soldados españoles  resistieron el ataque  de 400 soldados tagalos desde el interior de la pequeña iglesia de Baler. Después de 337 días, el teniente Saturnino Martín Cerezo y sus compañeros, salieron de la iglesia, harapientos con los máuser enmohecidos, sin municiones, muchos desdentados, pero salieron con honor de la iglesia que les había protegido durante 337 días,  desfilando con marcialidad de cuatro en fondo orgullosos y con la cabeza bien levantada, recibiendo los honores de las tropas zagalas.
 

          Cuentan los historiadores que durante el asedio, Cirilo Gómez Ortiz, al mando de las tropas sitiadoras, hizo gala de caballerosidad para conseguir la rendición del destacamento sitiado y les ofreció una tregua hasta la caída de la noche, enviando una cajetilla de tabaco para el capitán y un pitillo para cada soldado. Los españoles aceptaron la suspensión de hostilidades, que sería la única en todo el asedio, e informaron a Ortiz de que tenían abundantes provisiones, regalándole a su vez una botella de Jerez.
 

          Puede que desde entonces los filipinos tengan predilección por el Jerez y que por ello, al cabo de los años, sigan interesándose por los caldos jerezanos hasta el punto de que, de un tiempo a esta parte, estamos viendo como los filipinos están realizando importantes inversiones en nuestra tierra. Esta pasada semana nos ha llegado la noticia de que un magnate filipino acaba de salvar a la bodega Garvey. Esa misma bodega que otro extranjero William Garvey, aristócrata irlandés del condado de Waterdorf, fundara en 1,780 y el cual consiguió en corto espacio de tiempo, hacer de Garvey una de las principales bodegas de Jerez.
 
 
          Se dice que la oferta de Lucio Tan, que es como se llama este filipino, ha llegado en un momento crítico en el que Garvey parecía abocada a la liquidación. Según se informa la oferta presentada por el magnate filipino por la unidad productiva oscila entre los 20 y los 25 millones de euros, subrayando la dificultad que ha entrañado la negociación, iniciada hace meses, por lo disperso de la propiedad de los activos de Garvey. Esto se une a la reciente compra por el grupo filipino Emperador de las marcas Fundador, Harveys, Terry y Tres Cepas, así como las plantas de producción de Jerez y de Tomelloso, que se cerraron en una operación al contado valorada en 275 millones de euros. A lo que se le suma la venta, hace unos años, de Bodegas San Bruno, brandy de González Byass, al grupo filipino Emperador Distiller, reforzando así el liderazgo mundial de Filipinas en producción de brandy.
 

          El sitio de Baler es la gesta de un pequeño grupo de españoles, los últimos de Filipinas, que apagaba definitivamente  un Imperio de 400 años en América. El imperio terminó y la cultura, la lengua, el derecho, la religión y la tradición actual de los países americanos de hoy, mucho tienen que ver con las de aquellos que durante 4 siglos defendieron con esfuerzo y sangre el Imperio Español en América. El Jerez también se resiste y todas estas inversiones que nos están llegando vienen, sin duda, a mantener el imperio de la marca Jerez para que no se apague como se apagó el Imperio Español con los últimos de Filipinas.
 
 
           (Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 5 de junio de 2016 y al día siguiente en VIVA JEREZ).
 
 
William Garvey fundador de la afamada bodega jerezana que lleva su apellido.
 
 

sábado, 4 de junio de 2016

TRES AIROSAS CHIMENEAS


 
 
 
Los cielos que perdimos se titulaba aquel libro que hace más de cincuenta años escribiera el sevillano Joaquín Romero Morube en el que narra medio siglo de soles, lluvias y vientos huidos que él intentó cazar con redes de metáforas para disecarlos en las páginas de un libro. Los cielos que perdimos es uno de esos ensayos narrativos y divagadores que Romero Murube escribió a lo largo de su vida. Una obra en prosa que, desde la nostalgia, buscaba el alma de la ciudad hispalense.

Jerez también tiene sus cielos, solo hay que alzar la mirada para recrearse en ese cielo negro de ruán que cubre la plaza de San Miguel cuando en la noche del Viernes Santo suena la doble campanada, cielo morado de la calle Porvera cuando la comitiva rociera emprende caminos de sueños, cielo rojo incandescente sobre la catedral jerezana cuando el Cristo de la Viga emprende los últimos metros de su itinerario procesional, cielo gris de la Alameda de Cristina cuando el humo de las castañas nos anuncia la llegada del otoño, cielo lleno de estrellas fugaces en la noche mágica de Reyes, cielos de fuegos de colores sobre el Hontoria cuando la Feria del Caballo se pone en marcha, cielos repletos de palomas mensajeras sobre el reducto catedralicio anunciando el nuevo vino por septiembre  o cielos celestes que se hacen intensos en esas mañanas de Corpus como las que vivimos estos días.

Son cielos jerezanos de los que aún disfrutamos, pero hubo otros que perdimos como ese cielo que desde la Alameda Vieja nos anunciaba esa brisa marinera que divisábamos a lo lejos, entre verdes campos y altos miradores que la sierra de San Cristóbal recortaba en el horizonte del cercano océano, unos cielos que perdimos por la mole de ese infortunado bloque junto a la ermita de Guía que vino a tapar nuestra perspectiva celestial de la bahía. Otro cielo que perdimos es el que mirando hacia la sierra se recortaba entre el humo de tres chimeneas que fabricaban botellas para esos caldos universales de nuestras bodegas. Tres chimeneas echando humos que formaban la estampa de ese Jerez próspero e industrial de hace unos años donde el vino era uno de los principales motores de la ciudad.

Fue el 22 de junio de 1895 cuando el ciudadano francés, D. Antoine Vergier Jeune, en representación del hacendado francés vecino de Lyon, D. Andrés Bocouze, mediante poder notarial expedido el 11 de junio de 1895, solicitaba permiso al Ayuntamiento de Jerez para establecer una fábrica de vidrio en el lado izquierdo del kilómetro 109,30 del ferrocarril Sevilla-Cádiz, próximo a la estación de ferrocarriles de Jerez. Allí se alzaron con el tiempo tres airosas chimeneas que, desde entonces, forman parte de ese cielo jerezano cuando se divisa la ciudad desde la lejanía. El 26 de noviembre de 2009 el último horno de la fábrica de botellas de Jerez se apagaba tras 114 años de actividad. Casi tres meses después de que la multinacional francesa Saint Gobain Vicasa anunciara a los trabajadores la clausura "irrevocable" de la planta "por sus altos costes de producción". Se mantuvo un centro logístico que esta pasada semana ha anunciado su cierre definitivo. El Ayuntamiento asume que el suelo se destinará a viviendas y zona comercial, esperemos que este nuevo uso siga contando con estas tres airosas chimeneas que son parte ya insustituible de los cielos jerezanos.
          (Artículo publicado en INFORMACIÓN JEREZ el 29 de mayo de 2016 y al día siguiente en VIVA JEREZ)



Instalaciones de la fábrica de botellas en una fotografía del ayer