jueves, 20 de julio de 2017

BASÍLICA CARMELITANA


 
 
El Edicto de Milán del 313 supuso un gran cambio para los cristianos. Tras su promulgación Constantino decretó la libertad religiosa en el Imperio romano y también trajo consecuencias en el mundo del arte. Nació la nueva arquitectura eclesiástica. Los cristianos no podían aprovechar los templos paganos primero por su uso y después por su espacio interior. Por todo ello se tomó la decisión de cristianizar la basílica romana. Este edificio había sido utilizado como tribunal de justicia y lonja comercial, pero su disposición permitió adaptarlas como iglesias.

Con independencia de su trazado arquitectónico, una iglesia puede titularse basílica por prerrogativa del Romano Pontífice. Así, en sentido litúrgico, son basílicas todas aquellas iglesias que, por su importancia, por sus circunstancias históricas, o por aspectos de cierto relieve, obtengan ese privilegio papal. Se distinguen las basílicas mayores y las basílicas menores. Las basílicas mayores están todas en Roma. Tienen un altar mayor para el uso exclusivo del Papa (y de otros en casos especiales con su permiso) y tienen una Puerta Santa la cual se pasa para ganar las indulgencias durante los años jubilares. Muchas iglesias por todo el mundo han sido designadas por el Papa como basílicas menores. En Roma hay once basílicas menores. Esta distinción como basílica menor le otorga a los templos el derecho a lucir en el altar mayor dos signos de la dignidad papal y la unión con la Santa Sede: el conopeo y el tintinábulo. Además, el Santo Padre concede a la comunidad que rinde culto en la basílica una serie de gracias especiales. Para que un templo pueda alcanzar el título basilical, debe reunir tres requisitos: Debe ser un templo de regio esplendor, foco espiritual de una comunidad que es santuario para la multitud de devotos que acuden a él y que bajo sus bóvedas, posea un tesoro espiritual y sagrado, dando culto ininterrumpido al Señor, a la Virgen y al Santo venerado en él.

            Todos estos requisitos se le reconoció, hace justamente cincuenta años, a la jerezana iglesia del Carmen, desde donde cada 16 de julio sale a la calle uno de los tesoros devocionales más importantes de Jerez, la Reina del Carmelo. Fue el 28 de junio de 1967 cuando, en Roma, se firmaba el Breve Pontificio Actuosae Pietatis, de S.S. Pablo VI en el que se declaraba basílica menor el templo de Nuestra Señora del Carmen de Jerez de la Frontera, siendo promulgado el día de la Inmaculada de aquel año. Se une, por tanto, las bodas de oro de esta elevación a la condición basilical del templo jerezano del Carmen con la efeméride de los cuatrocientos años del voto inmaculista que celebra nuestra ciudad en este año de 2017.

Y qué mejor manera de felicitar por este cincuentenario basilical a todos los que de una forma o de otra se sienten carmelitanos, que reproduciendo un precioso poema salido del genio poético de José María Pemán y que está dedicado a la Virgen del Carmen, la Virgen marinera, que huele a marisco y sal en esta ciudad tan cercana al mar, la emperatriz de Jerez: “la que llamaban Señora y Capitana al rezar, los abuelos que tenían claras almas de cristal bajo la recia envoltura de sus capotes de mar; la que apacienta las olas los días de tempestad; la que esta tarde de julio el crepúsculo honrará colgando nubes de grana por los balcones del mar.”
 
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo 16 de julio de 2017, festividad de la Virgen del Carmen, y al día siguiente en VIVA JEREZ)
 
Fotografía antigua del interior de la Basílica del Carmen de Jerez.
 

 

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