jueves, 10 de mayo de 2018

CABALLOS Y MOTOS




En uno de esos foros en los que los aficionados al motociclismo intercambian opiniones y sentimientos sobre el mundo de las dos ruedas pude leer lo siguiente:

“Hace un precioso día y mi cuerpo me pide montar, me enfundo mi pantalón de moto como el de un vaquero en el campo, mis botas, no tienen espuelas pero si refuerzos metálicos, mi chaqueta como el gabán de un polvoriento vaquero, mi casco es como un gorro tejano y las llaves un colt del 45. Me cuesta ya con los años subirme al caballo, es cada día más alto al igual que mi moto parece que va creciendo ¿Crecen las motos con el paso del tiempo? Me subo a ella y tengo que meterle un poco las espuelas para maniobrar en el bóxer (mi garaje) por fin consigo salir marcha atrás, la moto suelta algunas coces, pero está ansiosa como mi caballo, ansiosa de esos caminos negros de la carretera que a mi caballo tampoco le gustaban. Ciño mis piernas, las botas en los estribos, el manillar suelto como las riendas de mi caballo. Tanteo con mis rodillas y el animal obedece, giro a la derecha, después a la izquierda y el aire me golpea en la cara. Subido al infinito pongo una mano en jarras es una monta campera o vaquera, acelero y se lanza al galope tendido devorando kilómetros y la hago tranquilizarse para descansar al trote corto y muy recogida ahora al paso, muy despacito y un toque en su oreja derecha y de nuevo sale despeinado con su crin al viento. Ya por fin, paro en una terraza, la aparco sobre la pata de cabra como el vaquero delante del bar amarra su caballo y me siento a contemplarla con cuidado de los cuatreros que viendo una montura tan hermosa se pueden cegar en el deseo de poseerla.”

            No sabía el autor de este relato si esta fantasía tenía algo que ver con las técnicas de conducción, hablaba de sensaciones y esta era la suya, hablaba de horizontes y se sentía en su moto como un vaquero cruzando el Oeste Americano o más bien como un jinete jerezano cabalgando por las dehesas o desacelerando para recorrer al trote el Real de la Feria del Caballo.

La coincidencia este año de los dos eventos feriales, la del campeonato de motociclismo y la Feria del Caballo, han hecho posible esa fusión entre el noble animal y la máquina, entre la naturaleza y la técnica, entre esa sensación de sentirse centauro sobre cuatro patas o sobre las dos ruedas. El rugido de las motos darán paso al relinche de los equinos, el cuero a los trajes cortos, los cascos a los sombreros de ala ancha, las llantas a las espuelas, el hierro de los motores al hierro de las yeguadas.

Dicen los que saben de esto que hay muchas similitudes, pero no en la moto o el caballo, sino en el espíritu de quien los monta. Una de ellas, es la sensibilidad. Parece increíble que para tener una buena relación con la moto el piloto tenga que tener sensibilidad y percatarse de las necesidades de una máquina. ¡Pero es así! ... Igual que con el caballo. Dos mundos que coinciden y que este año, por distintas circunstancias, se han fusionado en Jerez por esa magia que esta ciudad tiene para unir aquello que parece tan distante.
(Artículo que publiqué en INFORMACIÓN JEREZ el pasado domingo  6 de mayo de 2018)
 
 
 
 
 

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